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jueves, 24 de mayo de 2018

Centro Cultural Nicolás Salmerón



















En Mantuano, 51 con fachadas a calles Pradillo y Vinaroz.

Construido por la Sección de Construcciones Escolares del Ayuntamiento de Madrid, un equipo técnico de arquitectos dirigido por Bernardo Giner de los Ríos.

Inaugurado en 1933, el viejo colegio Nicolás Salmerón fue conocido en su día como El coloso de Chamartín, simbolizando los afanes educativos y culturales del gobierno de la República en su arquitectura funcional y moderna.

En la posguerra se destinó a escuela de mandos de la Falange con el nombre de José Antonio, sufriendo una reforma para adaptar parte del edificio a residencia.

El centro cultural Nicolás Salmerón (que recupera el nombre del colegio fundacional) fue inaugurado el 12 de noviembre de 1983 por el entonces alcalde de Madrid, Enrique Tierno.

Dispone de 7 000 metros cuadrados de espacio útil, dedicándose a muchas y variadas actividades, incluyendo una escuela municipal de música. La primera planta consta de un gran salón de actos, con capacidad para 350 personas, junto a dos bibliotecas, una para adultos y otra para niños.

viernes, 4 de mayo de 2018

viernes, 23 de marzo de 2018

Casa de las Flores























Comprende la manzana situada entre las calles de Hilarión Eslava, Gaztambide, Meléndez Valdés y Rodríguez San Pedro.
Proyectada en 1930 como 'bloque de casas de alquiler' para el Banco Hispano Colonial -con ayudas financieras del Instituto Nacional de Previsión-, las obras finalizaron en 1931.

Su autor (también promotor) fue el arquitecto Secundino Zuazo Ugalde, con la inestimable ayuda del arquitecto alemán Michael Fleischer.
Fleischer era un alumno de Paul Bonatz que llegó a Madrid con motivo del concurso para la construcción de los Nuevos Ministerios y que acabaría asumiendo la dirección del proyecto (recordemos que, en el proyecto inicial, la construcción de este monumental conjunto administrativo se resolvía enteramente en ladrillo).

Fleischer entró a trabajar en el estudio de Zuazo, figurando en las obras de la Casa de las Flores como colaborador, aunque son muchas las voces que sugieren que muy probablemente su contribución fuera mayor, por no decir integral, y que Zuazo simplemente aportara retoques personales.
Zuazo sostenía justo lo contrario: él habría trazado las directrices principales del proyecto y Fleischer tan solo se habría ocupado de la resolución de los detalles, por otra parte -fuera quien fuese el responsable- muy minuciosa.
El edificio denota en cualquier caso una enorme influencia de la arquitectura centroeuropea de la época, especialmente la holandesa (con nombres como Berlage, Krammer o Klerk) y la alemana (Schumacher o Högger).



La planta se dispone en dos cuerpos paralelos en dirección norte-sur, separados por un patio ajardinado y con zonas de viviendas a ambos lados de grandes patios de servicio.
Todas las habitaciones importantes son exteriores: la función de los patios es iluminar y ventilar cocinas y cuartos de baño.
Es un edificio ambicioso que pretendía construir dentro del Ensanche (o Proyecto Castro) de un modo diferente, buscando, dentro de lo posible, un tipo de vivienda racional más ventilada e iluminada.
Frente a la manzana tradicional del Ensanche -compacta, de edificación densa y pequeños patios interiores-, el concepto aquí era radicalmente opuesto: se trataba de esponjar y abrir la manzana, no solo a sus residentes, también a los vecinos del barrio.

Era un planteamiento urbanístico innovador, racionalista e higiénico, que hacia la vida en el edificio mucho mas saludable y agradable.
Zuazo no hacía distinción entre viviendas exteriores e interiores: todas por igual debían ser soleadas y salubres.
El edificio, pocos años después de su construcción, sufrió como todo el barrio de Argüelles los efectos de la guerra civil, siendo alcanzado por los proyectiles.

















Arriba, el patio interior ajardinado que en su día (hasta los años 1970) fue calle interior y estaba abierto a la gente del barrio, cumpliendo con su propósito inicial.
Actualmente cerrado por una verja, su acceso se restringe a los vecinos del edificio.



La empresa constructora, Focsa, produjo el ladrillo en su propia fábrica (cerámica San Antonio). Un ladrillo de gran calidad que dotó al edificio de su principal seña de identidad y un aspecto inconfundible.
En un gesto intencionado, Zuazo se sirvió de él para realizar la única concesión al ornato del edificio, explotando sus posibilidades plásticas y constructivas. Lo consigue combinando diversos aparejos (a sardinel, hiladas de soga, tizones...).
Material y decoración quedaron así integrados, fundiéndose en uno.

En el basamento destaca el diseño variado de las entradas, que combinan aparejos e hiladas rehundidas, así como una serie de arcos parabólicos que rompen con la monotonía angular del resto de huecos del edificio.
Su inquilino más célebre, por el momento, ha sido el poeta chileno y premio Nobel Pablo Neruda.
La Casa de las Flores fue declarada Monumento Nacional (BIC) en 1981.
Como tal disfruta de protección integral que incluye todos sus espacios y elementos, recogidos en este protocolo de conservación.

En palabras de Ramón Guerra de la Vega, "su corredor ajardinado que la divide en dos y su sabia combinación de las 'murallas' de ladrillo con las alegres esquinas repletas de flores, han sido y serán ejemplo de arquitectura y urbanismo para generaciones de estudiantes (de arquitectura)".