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jueves, 18 de abril de 2013

Vidriera de la Facultad de Filosofía y Letras



"Uno de los elementos que más distinguían el diseño de la madrileña Facultad de Filosofía y Letras en la Ciudad Universitaria, según lo concibió Agustín Aguirre, era la inmensa vidriera de estilo Art Decó en el vestíbulo principal, cuyo programa iconográfico -una alegoría de las Humanidades- se inspiraba en las disciplinas que se estudiaban en el edificio. Destruida durante la Guerra Civil, se prescindió de ella por razones económicas en la reconstrucción, una vez terminada la contienda."

(Carlos Muñoz de Pablos en 'La facultad de Filosofía y Letras en la Segunda República. Arquitectura y universidad durante los años 30', libro editado con motivo de la exposición del mismo título celebrada en Madrid en 2008-09 y ya reseñada en este blog).

En 1933, cuando el edificio se inauguró oficialmente con presencia de las más altas autoridades de la República, solo se abrió el ala izquierda, la única concluida entonces.
El gobierno aceleró su apertura parcial en un afán por potenciar las obras y agilizar el funcionamiento de la Ciudad Universitaria, cuyo legado, heredado de la monarquía, hizo propio y abrazó con entusiasmo.

El resto del edificio -ala derecha y vestíbulo con la vidriera, ya terminada el 4 de junio de 1935- jamás llegaría a inaugurarse.
La Guerra Civil se cebaría poco después con el edificio, duramente bombardeado al servir de cuartel general para las Brigadas Internacionales, con lo que la vidriera, literalmente, se hizo añicos. Al rehacerse el edificio tras el conflicto, se consideró un elemento prescindible debido a las penurias económicas de la posguerra.

De ella solo quedó un puñado de fotos en blanco y negro que guarda el Servicio Histórico del COAM, así como los dibujos que conservó el hijo del arquitecto, Fernando Aguirre de Yraola.
Hubo que esperar al año 2008 para verla de nuevo recreada fielmente, cobrando el hall de la facultad el pleno sentido luminoso, ambiental y estético con el que fue concebido.
En uno de los paños de cristal encontramos este texto que lo explica:


Y como relata Carlos Muñoz de Pablos en el libro mencionado:

"La arquitectura de este espacio (la facultad) se basa en un racionalismo con influencias sobre todo alemanas (escuela de Bauhaus, Walter Gropius y Mies Van der Rohe), pero dando una enorme importancia a la decoración. No en vano Agustín Aguirre era discípulo del magnífico arquitecto ecléctico Antonio Palacios, responsable de algunos de los edificios más importantes de Madrid y que trabajaba con un extenso grupo de artistas y artesanos (...) Entre ellos destaca en especial la antigua casa Maumejean de Madrid, donde se dibujan y elaboran la mayor parte de las vidrieras de este periodo en España.
En este contexto histórico se sitúa la vidriera de la facultad, bello ejemplo del desarrollo plástico del lenguaje vidriero, en perfecta sintonía con los movimientos artísticos de la vanguardia europea."

Es, en efecto, en el taller de Maumejean donde se ejecuta; este dato se sabe seguro gracias a documentos conservados en el Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.
La autoría, sin embargo, no está clara, si bien se atribuye a Alberto Martorell, por compartir rasgos estilísticos con las vidrieras de la Escuela de Arquitectura y del patio del reloj del Banco de España.


La vidriera exterior, centrando la composición de la fachada.



Vidriera interior desde las escaleras del hall.

La vidriera se sitúa en el centro de la fachada principal, encima del pórtico de entrada. Con más de 10 metros de altura y casi 9 de ancho, tiene un doble cerramiento de hierro y vidrio separado por una  cámara de dos metros de profundidad.

"Agustín Aguirre concibe la vidriera como un gran paramento traslúcido perfectamente integrado y armónico con la armadura que la sustenta, con los mismos vidrios impresos para las dos vidrieras, pero con distintos tratamientos. En la vidriera exterior son hojas de vidrio enteras las que cubren cada uno de  los módulos, y todas ellas funcionan como una cámara de protección de la vidriera interior; y el conjunto de las dos, como difusor de luz natural que ilumina el vestíbulo principal."

(Carlos Muñoz de Pablos, ibídem).


Representación de la Prehistoria, en el ángulo superior izquierdo de la vidriera.

"El programa iconográfico de la vidriera está basado en un recorrido simbólico de las principales culturas, creencias, religiones y corrientes filosóficas de la historia de la Humanidad. Están representados la Prehistoria, con pinturas rupestres de bisontes y arqueros; el arte ibérico, con una magnífica interpretación de la Dama de Elche, y también la América precolombina, Egipto, Siria, India, Grecia, Roma, la Edad Media y el Islam. El mundo moderno está presente con una alegoría futurista de una rueda dentada con los rayos de una dinamo. En un lugar destacado se ha colocado el escudo de la Facultad de Filosofía y Letras. Es una composición frontal en donde no hay tercera dimensión gráfica ni fugas de perspectiva; su tercera dimensión es la luz que la traspasa."

(Carlos Muñoz de Pablos, ibídem)


El Extremo Oriente, representado por un buda esquemático y un dragón encima cuyo perfil cuesta reconocer, disuelto en líneas geométricas.

La composición de la vidriera sigue el recorrido natural del ojo humano, de izquierda a derecha y de arriba abajo, por lo que las distintas culturas y corrientes de pensamiento siguen así un orden más o menos cronológico.
Los paneles entre las diversas composiciones con figuras se adornan con diseños geométricos de inspiración constructivista.

Llama la atención el reconocimiento académico que se le otorga a culturas y filosofías hasta entonces ajenas y hasta desdeñadas por la tradición europea, cuyos pilares básicos eran la herencia grecolatina, la Edad Media cristiana, el Renacimiento y la Ilustración.
De repente lo oriental, o lo precolombino, se reconocen también como parte importante del acervo de la humanidad. Las referencias culturales y de pensamiento que aquí se reivindican no son exclusivamente occidentales sino que se hacen universales, a lo que contribuyó el redescubrimiento y revalorización de culturas y civilizaciones antiguas y exóticas durante el primer tercio del siglo XX.




De arriba abajo, las composiciones que representan la Grecia clásica, Roma y la Europa medieval.

El vidrio que se utiliza para la vidriera es del tipo impreso, industrial y de aplicaciones múltiples, desde decorar un humilde cuarto de baño a, como en este caso, formar parte de una vidriera concebida desde un principio como una obra de arte.
Esto resulta coherente con los principios que defienden los gurús del Movimiento Moderno por aquellos años, que abogaban por superar la vieja clasificación entre materiales nobles y vulgares.


Escudo en el ángulo inferior derecho que ha despertado intrigas acerca de a qué corresponde exactamente; el de la facultad es distinto, y el de la Complutense tampoco es puesto que en él aparece un cisne y no lo que aquí parece un águila imperial o bicéfala coronada (con corona, sin embargo, mural). Extraño enigma aún sin resolver.


La concesión a los tiempos modernos, representados por la dinamo que desprende rayos, una rueda dentada, una efigie con casco alado que sin duda es la del dios Mercurio, tan ubicuo en los años del Art Decó como símbolo de los veloces nuevos tiempos, y una antorcha delante que es la del progreso.

Sobre el efecto que crea estos vidrios de producción industrial y dibujo impreso mediante rodillos nos cuenta también Carlos Muñoz de Pablos en el mismo libro:

"Aquí no hay luz coloreada, envolvente y misteriosa como la que producen los vidrios lisos y densos de color de una catedral gótica. Los vidrios de esta vidriera (de la facultad) producen luminosidad pura, son los vidrios de la luz traducida a texturas; la luz de la geometría construida."

Y para asistir a este prodigio, por si todavía no te has animado a visitar el venerable recinto de la Complutense, aún estás a tiempo de buscar aquí un vuelo barato a Madrid y explorar facultades históricas como esta de Filosofía y Letras y admirar su espléndida vidriera pulcramente reconstruida.

viernes, 12 de abril de 2013

Los nuevos interiores


"El salón de la señorita Noyes estaba decorado en el estilo de principios de la época moderna. Poseía numerosas líneas oblicuas y ángulos agudos, zigzags de aluminio y extensiones horizontales de espejo.
La gama de colores incluía los tonos serrín y acero.
No había un solo asiento que levantara más de un palmo del suelo, y ni una sola mesa de madera. Como se suele decir de sitios más amplios, estaba muy bien para una visita."

(Extraído del relato 'Gloria en pleno día', publicado en la revista Harper's Bazaar en setiembre de 1933 e incluido en 'Dorothy Parker, narrativa completa', de Editorial Lumen).

domingo, 7 de abril de 2013

Muebles


Mobiliario original diseñado por el arquitecto Agustín Aguirre para la Facultad de Filosofía y Letras.

El mobiliario Art Decó, simple y a la vez sofisticado, es una de las aplicaciones más interesantes y creativas del estilo.
En su producción se distinguen claramente dos periodos. En el primero primaba la exquisitez de materiales y una insuperable calidad artesanal; los primeros muebles de la era Art Decó permanecen como impecables exponentes de lujo gratuito y decadencia. Son, por cierto, muy difíciles de conseguir y normalmente a precios prohibitivos; hoy día no hay ebanistas capaces de producir estas piezas. Ya entonces solo eran asequibles a los clientes más acaudalados.

Los grandes nombres del diseño de muebles en esta primera etapa fueron Jean Dunand, Emile-Jacques Ruhlmann, Sue et Mare o Pierre Legrain, auténticos virtuosos que recurrían a los materiales más caros como expresión de su talento. 
Era corriente, por ejemplo, que emplearan maderas preciosas con delicadas aplicaciones de marfil o madreperla. Estos y otros materiales exóticos y costosos estaban a su disposición gracias al vasto imperio colonial francés.
El tono cosmopolita de la época hizo que también se inspiraran en técnicas orientales como el lacado o que, siguiendo la corriente del africanismo, se pusiera de moda la piel de cebra, imitada en terciopelo. Esto dio lugar a creaciones extravagantes como las sillas africanas de Pierre Legrain (1925).



Pese a estridencias puntuales como esta, el diseño Art Decó llevó a los hogares una sensación de bienestar limpio y ordenado, después de los excesos de curvas y los ambientes recargados del Art Nouveau.
En los años 20 los interiorismos se vuelven más sobrios, marcados por líneas duras y sencillas en muebles y tejidos y, en las paredes, por la ausencia de cuadros. 
A principios de los años 30, los diseñadores se decantan ya por metales como el aluminio, el acero y el cromo y plásticos como la baquelita, materiales más modernos.
La habitación típica de los años 30 tenía paredes recubiertas de espejos que reflejaban los muebles metálicos. Era austera y no había en ella más distracciones que el juego de reflejos.

Esta segunda etapa del mobiliario decó la representan ahora artistas de vanguardia: Frank Lloyd Wright (de gran influencia), Gerrit Rietveld (con su archiconocida silla roja y azul), Le Corbusier (con su vanguardista diseño de chaise longue) y la escuela Bauhaus, con sus muebles de geometría simple y sus tapices y tapetes con estampados de rejilla de Else Mogelin y Gertrud Arndt, cuyo trabajo reflejaba la influencia de Paul Klee.


En textiles destaca también el trabajo de la diseñadora británica Marion Dorn, con sus audaces diseños geométricos para telas y, especialmente, alfombras, siempre hechas a mano y de ediciones limitadas.

Otros diseñadores como Eliel Saarinen, Alvar Aalto y los americanos Donald Deskey (interiorista del Radio City Music Hall) y Ken Weber, impulsaron el diseño de muebles más racionales y de austeras líneas aerodinámicas que también imprimieron su sello a la era del Art Decó.


Los nuevos materiales, además, facilitaban su producción en serie, lo que satisfacía las aspiraciones de los gurús del Movimiento Moderno por crear muebles funcionales y económicos. 
La mimada producción artesanal daría paso a la producción estándar en masa. Los años 20 y 30 fueron testigos de la muerte de los viejos oficios.
Gracias a la producción en serie, los diseños Art Decó eran asequibles a casi todo el mundo, fabricándose en grandes cantidades a un precio módico. Esto significaba que a la persona media le resultaba posible estar al día y tener en su hogar un mobiliario y accesorios modernos.